Aunque cueste de creer, Leo Messi no es la primera superestrella argentina que ha vestido la camiseta del FC Barcelona. Antes destacó el nombre de Diego Armando Maradona. El 4 de junio de 1982 se hizo oficial el fichaje de Diego Armando Maradona por el FC Barcelona. Finalmente, el mejor jugador del mundo se convertía en azulgrana. La intención de contratar al argentino había arrancado años atrás, mediante la figura de Nicolau Casaus, entonces vicepresidente del FC Barcelona.
La larga persecución Después de convertirse en el vicepresidente del FC Barcelona en 1978, uno de los primeros viajes oficiales de Casaus fue a su país de su nacimiento, Argentina. Fue allí, en medio de un país que acogía la Copa del Mundo de fútbol, donde el directivo del Barça se encontró por primera vez con Diego Maradona. Pronto los dos construyeron una amistad que acabó siendo clave en la llegada del talentoso centrocampista a Barcelona.
Inicialmente, a pesar del entusiasmo de Casaus por ‘El Pelusa’, apodo con el que se conocía a Diego por su particular peinado, la directiva del FC Barcelona pensó que con 17 años su talento aún no estaba del todo desarrollado y que el jugador aún no estaba preparado para jugar en el Barça. La gran habilidad del argentino no era ningún secreto para el mundo del fútbol, y una oferta firme por parte de un club inglés de Segunda División, el Sheffield United, estuvo cerca de convertir a Maradona en nuevo jugador de los Wizards. Sin embargo, finalmente las excesivas peticiones económicas del jugador y de su equipo, Argentinos Juniors, llevaron al club de Yorkshire a acabar incorporando a un compatriota de Maradona, Alex Sabella.
Los continuos intentos del Barça por fichar a Maradona también encontraron obstáculos, en forma de demandas financieras y de muchas reticencias, por parte de la Federación Argentina de Fútbol, que se resistía a ver como su estrella se podía marchar al extranjero en vísperas de la Copa del Mundo de España 1982. No obstante, la persistencia del Club, y la de Casaus en particular, acabaron dando sus frutos, y después de unas negociaciones prolongadas, Boca Juniors aceptó que Diego Maradona se convirtiera en nuevo jugador azulgrana.
Después de una campaña decepcionante con Argentina en la Copa del Mundo -los vigentes campeones perdieron sus dos primeros partidos de la segunda fase de grupos y Maradona fue expulsado en la derrota por 3-1 contra Brasil en el Estadio de Sarrià de Barcelona- el nuevo fichaje arrancó su carrera como azulgrana.
Maradona era probablemente el futbolista más caro en ese momento de la historia, pero eso no impidió que el jugador se instalara en casa de Casaus durante sus primeros días como jugador del Barça. Seguramente por ese motivo, el argentino después describió al directivo como su “segundo padre deportivo”. En septiembre de 1982, Diego firmó su debut oficial con la elástica blaugrana, marcando en la derrota por 2-1 contra el Valencia. El gran momento de forma de ‘El Pelusa’, con seis goles en sus 13 primeros partidos de Liga con el Barça, continuó impresionando a los aficionados del Camp Nou. Menos impresionado estaba el pragmático entrenador alemán del Barça Udo Lattek, con quien Maradona mantenía una relación distante y, a veces, incluso demasiado hostil. Lattek prefería referirse a su jugador estrella como ‘este chico, Diego’, consciente de que tolerar la complicada personalidad de Maradona era el precio que tenía que pagar por disponer de su genialidad en el terreno de juego. Sin embargo, a veces, el entrenador del Barça reafirmaba su autoridad, y en una ocasión, aprovechando la distracción del argentino a la hora llegar puntual a una convocatoria, decidió no esperarle y salir con el autobús del equipo hacia un partido lejos del Camp Nou. Enfermeded y la llegada de 'El Flaco'
La ilusionante primera temporada de Maradona con el Barça se vio truncada en diciembre de 1982, cuando le diagnosticaron hepatitis. En su ausencia, el equipo se resintió y cayó eliminado de la Copa de Europa. Para el momento que Diego ya estaba listo para volver a la acción, el hasta ahora entrenador Udo Lattek había sido destituido y la Junta Directiva lo había reemplazado por César Luis Menotti, el hombre que había guiado a Argentina hacia su éxito en la Copa del Mundo de 1978.
La reaparición de Diego llegó el 12 de marzo de 1983 ante el Betis, curiosamente el mismo día en el que Menotti se estrenaba en el banquillo del Barça. El mal inicio de temporada de los azulgrana en Liga condicionó el resto de un año en que el Barça solo pudo acabar cuarto, seis puntos por detrás de los campeones, el Athletic Club. A pesar de ello, Maradona acabó la temporada con 11 goles en 20 partidos y sus actuaciones en las competiciones domésticas tuvieron un papel muy relevante para que el Barça pudiera salvar la campaña con dos títulos. A principios de Junio, los azulgranas lograron proclamarse campeones de la Copa del Rey después de ganar al Real Madrid 2-1 en la final disputada en Zaragoza. Después, ese mismo mes, el Barça se adjudicó la Copa de la Liga en una final a doble partido también contra el Madrid. El gol de Maradona en el Santiago Bernabéu arrancó los aplausos incluso de los aficionados del Real Madrid y dejó muy tocado físicamente al madridista, Juan José, que se jugó el físico para evitar el gol y que acabó estrellándose con el poste de la portería merengue. En la víspera de la temporada 1983/84, Maradona y el FC Barcelona parecían ponerse como reto ambicioso ganar todos los títulos. La gran conexión dentro del campo entre el mediocentro alemán Bernd Schuster y el argentino provocó mucho optimismo entre los aficionados y, a la vez, cierto temor por parte de los rivales. Fuera del terreno de juego, con Maradona asentado en su gran hogar de Pedralbes, perecía que Diego tenía en su compatriota Menotti una figura de entrenador más afable que la que tenía con Udo Lattek.
‘El Flaco’, apodo con el que Menotti era conocido, programó sesiones de entrenamiento por la tarde y por la noche, argumentando que los biorritmos de los jugadores respondían mejor a esos horarios ya que los partidos también solían jugarse por la noche. El racionamiento parecía lógico, pero años más tarde, el presidente en ese momento, Josep Lluís Núñez, admitió lo que muchos sospechaban desde hacía tiempo. “Muchas de las cuestiones que concernían al equipo tenían relación con Maradona. Incluso cambiamos los horarios de los entrenamientos para que así pudiera dormir más por la mañana”, admitió el hombre que firmó al argentino.
Maradona era seguramente más feliz con Menotti como entrenador, pero aún había momentos en los que Diego ponía a prueba la paciencia de ‘El Flaco’. A principios de la temporada 1983/84, el Barça jugaba en Mallorca un partido de Liga. Sin embargo, en el vestuario, antes del partido, algo iba mal. Maradona no estaba precisamente contento. ‘El Pelusa’ se había traído consigo no menos de seis pares de botas, y aun así, de alguna forma, ninguna de ellas resultó ser suficientemente satisfactoria para la estrella del Barça. El tiempo para el arranque del choque se estaba agotando y Maradona seguía negándose a saltar al campo. Fue en ese momento cuando ‘El Flaco’ tuvo que hacer gala de todo su encanto para conseguir que su compatriota acabara estando listo para empezar el encuentro. La recompensa de Menotti fue una victoria por 1-4 con uno de los tantos procedentes de las botas de un, ahora sí, satisfecho Maradona. Desgraciadamente, menos de una semana después, la temporada del Barça y de Maradona protagonizó un giro inesperado… y hacia peor. En un partido en el Camp Nou contra los campeones de liga, el Athletic Club, el argentino sufrió una dura entrada que le provocó una lesión muy seria en el tobillo. Fue una acción protagonizada por el defensa vasco Andoni Goikoetxea, conocido con el apodo ‘El carnicero de Bilbao’, el mismo jugador que ya había lesionado a Bernd Schuster en una entrada similar un par de años atrás.
A causa de la fuerte entrada, el centrocampista argentino se tuvo que enfrentar a una situación muy delicada. La lesión provocó que su futuro quedara en el aire. Pero Maradona trabajó muy duro en su recuperación y volvió a jugar en enero de 1984, sorprendiendo incluso a sus mayores detractores con dos goles en la victoria azulgrana ante el Sevilla, en el que era el retorno de ‘El Pelusa’ a los terrenos de juego después de tres meses alejado de ellos. Sin embargo, a pesar de los 11 tantos del argentino en solo 16 apariciones en Liga, el Barça acabó tercero a solo un punto de los campeones, el Athletic Club de Goikotxea.
Un final movido Los dos clubes volvieron a enfrentarse otra vez al final de la temporada en la final de la Copa del Rey, en el que acabaría siendo el partido final de Maradona como jugador del Barça. La tensión antes del encuentro fue subiendo de temperatura a medida que se acercaba la fecha del partido, a causa de los incidentes que involucraban a Goikotxea con Maradona y Schuster. Después de noventa minutos de fútbol de alto voltaje en el que el Athletic ganó 1-0, Maradona, que fue objeto de múltiples entradas durante el encuentro, no pudo evitar la impotencia y se enzarzó con Miguel Sola, uno de los futbolistas del conjunto vasco. La trifulca dentro del campo entre los dos jugadores acabó convirtiéndose en la forma desagradable a través de la cual Maradona puso punto y final a su etapa en el Barça, ya que el argentino fue sancionado por la Federación Española durante tres meses sin poder jugar.
‘El Pelusa’ nunca tuvo la oportunidad de cumplir su sanción, y es que en ese mismo verano del 1984 se marchó del FC Barcelona para continuar su carrera en la Serie A italiana, concretamente en el Nápoles. Desilusionado con su vida en España y en desacuerdo con la Junta Directiva azulgrana, Maradona vio el cambio de destino a Italia como una oportunidad perfecta para ganar más dinero y para salir del punto muerto en el que se encontraba su carrera. En Barcelona había ganado una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa de España, firmando una gran cifra de 38 goles en 58 partidos. Más allá del Barça Maradona disfrutó de sus mayores éxitos durante su estancia en Nápoles. Dos títulos de Serie A y una Copa de la UEFA convirtieron a Diego en una leyenda viva en la ciudad, un status que no se ha desvanecido con el paso de los años. En el panorama internacional, Diego lideró a Argentina hasta su segunda Copa del Mundo en 1986 en México, cimentando su reputación de mejor jugador de su generación.
Sin embargo, fue con el Barça donde dio a conocer su descomunal talento por toda Europa. ‘El Pelusa’ se convirtió en el mejor jugador argentino en vestir camiseta del Barça hasta que llegara el actual propietario de su mismo número 10.
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